Como todos ya sabemos, hace una semana Independiente empató con Flamengo 1-1 en el Maracaná y se consagró campeón de la Copa Sudamericana por segunda vez. La figura del partido fue, sin duda, la gran actuación grupal. Sin embargo, Maximiliano Meza fue uno de los más destacados del encuentro.

El ex Gimnasia de La Plata supo moverse por todo el frente de ataque sin problemas. Pero fue por el medio donde encontró la libertad y el espacio para lastimar a la defensa del club brasileño. Siempre como una opción para sus compañeros, Meza se ubicó tanto por detrás como por delante de los volantes centrales y así fue indescifrable para ellos. Mientras que a la hora de defender, se lo vio ubicado casi a la misma línea que Emmanuel Gigliotti para presionar.

Además, cada pase era recibido por el número 8 con un control orientado que hacía que pudiera liberarse de la marca con un solo toque. Una vez girado, se ponía en marcha la velocidad, el regate y la verticalidad del jugador, con los que iba esquivando piernas como si fueran unos simples conos de Villa Domínico. Es acá cuando sacó mayor provecho durante los 90 minutos: provocó faltas en zona ofensiva y hasta el penal que luego marcaría Ezequiel Barco; logró que el equipo respire en momentos apretados; y acumuló rivales y descargó con compañeros mejor ubicados.

Por último, a pesar de tener un 67,6 % de efectividad en los pases de la final, el volante influyó en el armado de juego y en el famoso “último pase”, que normalmente escasea. Luego de amagar y dejar atrás a los defensores, Meza siempre intentó buscar a un compañero. Ya sea al Puma Gigliotti con pases en profundidad y entre líneas; como también a los dos extremos con cambios de lados o pases largos. Asimismo, cuando Flamengo buscó robar la pelota, también supo jugar corto y de primera para poder descomprimir con esa línea de presión.

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